Mujeres en el impresionismo

francia impresionismo Nov 08, 2024
Berthe Morisot, Mary Cassatt y Marie Bracquemond se destacaron como figuras clave del movimiento impresionista y fueron bautizadas como “las tres grandes damas del impresionismo”.

 

En 1874, un grupo de innovadores artistas formaron la Sociedad Anónima de Pintores, Escultores y Grabadores, y marcaron un hito en la historia del arte al organizar su primera exposición independiente en París. Esta acción rompió con las rígidas normas del Salón de París que dictaba las tendencias artísticas de la época.

Al principio, sus creaciones fueron criticadas duramente. Se les acusaba de parecer descuidadas y de estar "sin terminar”. Fue en esta atmósfera de rechazo que el término "impresionistas" surgió como un insulto, basado en una de las obras más comentadas de la exposición, Impresión, sol naciente de Claude Monet. Este nombre, lejos de desmotivarlos, fue abrazado por los artistas y se convirtió en el sinónimo de su revolución visual.

Dentro del grupo de impresionistas, Berthe Morisot, Mary Cassatt y Marie Bracquemond se destacaron como figuras clave del movimiento. El crítico Gustave Geffroy las llamó “las tres grandes damas del impresionismo”, reconociendo su inmenso aporte al desarrollo de este estilo que, con el tiempo, se convertiría en uno de los más importantes en la historia del arte.

 

Berthe Morisot

 

En 1876, un crítico describió despectivamente al grupo de artistas impresionistas diciendo: “Cinco o seis lunáticos perturbados por la ambición, uno de ellos una mujer, han preparado una exposición de su obra”. Esa mujer era Berthe Morisot, una de las grandes figuras francesas del impresionismo.

Nació en una familia burguesa en 1841 y tuvo un lazo familiar con el arte desde su infancia: era sobrina nieta del célebre pintor rococó Jean-Honoré Fragonard. A diferencia de muchas mujeres de su época, quienes aprendían a dibujar como parte de la educación refinada de una señorita, Berthe decidió ir más allá de lo convencional y se sumergió de lleno en el estudio del arte bajo la tutela de Jean-Baptiste-Camille Corot.

A lo largo de su juventud frecuentó el Museo del Louvre, donde perfeccionó sus habilidades copiando grandes obras maestras, una práctica común entre los artistas en formación. Esta dedicación pronto rindió frutos: a los 23 años, el prestigioso Salón de París aceptó dos de sus cuadros, un logro especialmente notable porque era una época en que las mujeres muy difícilmente podían destacar en el mundo académico.

En 1868, Morisot conoció a Édouard Manet, el fundador del impresionismo, y entre ellos surgió una íntima relación de amistad, se influenciaron mutuamente en estilo y enfoque artístico. Morisot desarrolló un estilo propio que destacaba por su uso delicado de colores suaves y una pincelada ligera que parecía capturar la fugacidad de la luz.

Cuando los impresionistas organizaron sus ocho famosas exposiciones independientes en París, ella expuso en siete de ellas. Su participación no solo consistía en mostrar su obra; también desempeñó un papel importante en la organización de estos eventos.

 

La cuna, Berthe Morisot, 1872

 

Mary Cassatt

 

Mary Cassatt, nacida en Pensilvania en 1844, fue una mujer que rompió barreras en más de un sentido. Aunque provenía de una familia acomodada que no veía con buenos ojos su decisión de convertirse en artista profesional, ella perseveró y se abrió camino en el mundo del arte, convirtiéndose en la única estadounidense que trabajó en Francia junto a los impresionistas.

Desde muy joven, Mary mostró una gran determinación por seguir su pasión. Ingresó a la Pennsylvania Academy of Fine Arts a los 15 años, donde estudió durante cuatro años. Sin embargo, la formación académica en Estados Unidos no era suficiente para alguien tan ambiciosa y talentosa como ella. Por eso, en 1866 decidió mudarse a París, el centro del arte en ese momento, para continuar su educación artística.

El talento de Cassatt era evidente y sus habilidades la llevaron a experimentar con una amplia variedad de técnicas, desde el óleo hasta los pasteles y los grabados. Sin embargo, su carrera dio un giro decisivo cuando conoció a Edgar Degas. Fue él quien la invitó a unirse a los impresionistas en sus exposiciones independientes. Esta invitación no solo consolidó su lugar en el grupo, sino que también marcó el inicio de una colaboración artística entre Cassatt y Degas.

Cassatt adoptó elementos del diseño japonés, una corriente que fascinaba a los impresionistas. La simplicidad de las líneas, los espacios planos y la composición audaz de estos grabados resonaron con su estilo y la inspiraron a integrar esas características en sus propias creaciones.

Cassatt no solo fue una pionera en su trabajo, sino también en la representación de la vida cotidiana de las mujeres, especialmente en escenas íntimas de madres e hijos. Estas obras, lejos de ser simplemente sentimentales, exploraban la conexión profunda entre los personajes y transmitían una sensibilidad que hasta entonces no había sido ampliamente representada en el arte.

A lo largo de su vida, Mary Cassatt fue una defensora de los derechos de las mujeres, tanto en su vida personal como en su arte. Nunca se casó ni tuvo hijos, una decisión poco común para su época, pero dedicó su vida por completo a su arte y a la promoción del trabajo de otras mujeres artistas.

 

El té, Mary Cassatt, 1880

 

Marie Bracquemond

 

Marie Bracquemond, a menudo mencionada junto a Berthe Morisot y Mary Cassatt como una de “las tres grandes damas del impresionismo”, fue una pintora talentosa cuya obra, a pesar de ser menos conocida que la de sus compañeras, dejó una huella significativa en el movimiento. Nacida en Francia en 1840 en una familia humilde, Marie tuvo una vida marcada por el esfuerzo y la autodeterminación. Desde una edad temprana, mostró una fuerte inclinación hacia el arte, pero enfrentó numerosas dificultades, tanto sociales como familiares, para desarrollar su carrera.

A pesar de estos obstáculos, Bracquemond consiguió ingresar en el mundo artístico de la mano de maestros importantes. Estudió con el pintor académico Jean-Auguste-Dominique Ingres, aunque su experiencia con él fue conflictiva. Ingres, conocido por sus prejuicios respecto a las mujeres artistas, limitó las oportunidades de Bracquemond en su taller, lo que finalmente llevó a que ella se alejara de su tutela. Sin embargo, esta experiencia no frenó su determinación; al contrario, continuó su formación de manera independiente y encontró inspiración en nuevas corrientes artísticas.

La vida de Marie Bracquemond cambió radicalmente cuando conoció y se casó con Félix Bracquemond, un destacado grabador. Juntos se movieron en círculos artísticos influyentes de la época, lo que permitió a Marie entrar en contacto con los impresionistas. Fue Edgar Degas quien la invitó a unirse a las exposiciones impresionistas, y así, en 1879, Bracquemond mostró su trabajo junto a figuras como Monet, Renoir y su admirada Morisot. Participó en tres de las ocho exposiciones impresionistas, consolidando su lugar en la historia del arte.

El estilo de Bracquemond fue evolucionando a lo largo de los años. En sus primeras obras, se pueden notar influencias del arte académico, pero a medida que se involucró más con el impresionismo, su paleta de colores se hizo más clara y luminosa, y sus pinceladas más sueltas y expresivas. Aunque se dedicaba principalmente a escenas de la vida cotidiana, la influencia del diseño japonés, al igual que en el caso de Cassatt, se hizo evidente en sus composiciones.

Lamentablemente, su carrera artística fue limitada por la oposición de su esposo, quien, a pesar de ser un grabador reconocido, no valoraba el trabajo de Marie como ella merecía. Félix desalentaba constantemente sus esfuerzos y criticaba su participación en el movimiento impresionista, lo que gradualmente minó su confianza. A pesar de su inmenso talento, Marie fue disminuyendo su producción artística, y su obra fue quedando en la sombra, una historia que refleja las dificultades que muchas mujeres artistas enfrentaron en esa época.

 

Bajo la lámpara, Marie Bracquemond, 1887 

 

 


 

Autora

Sara Padilla.  Licenciada en Historia por la Universidad Autónoma de Aguascalientes y escritora con estudios en Escritura Creativa y Crítica Literaria por la Universidad Nacional Autónoma de México. 

¿Quieres recibir tu break cultural?

Si eres un apasionado de la historia y el arte, regístrate aquí y recibe todos nuestros contenidos.