Los mosaicos de Santa Sofía en Estambul
Jul 19, 2024
Cuando en el 2020 el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, tomó la decisión de reconvertir el museo de Santa Sofía en una mezquita hubo conflictos entre grupos islámicos y cristianos ortodoxos, la UNESCO dio a conocer su preocupación por posibles daños en el patrimonio cultural y se abrió un debate por todo el mundo.
¿Cuál fue la razón de tanta angustia? En el interior de Santa Sofía se conservan algunos mosaicos de época bizantina con un enorme valor artístico, sin embargo, representan personajes de la tradición cristiana y se temió que cuando el edificio pasara a ser una mezquita, esos mosaicos fueran retirados o destruidos.
Esta inquietud podría parecer injustificada, pero lo cierto es que había un antecedente histórico: casi todos los mosaicos bizantinos fueron destruidos por los otomanos que, de igual forma, transformaron la Iglesia de Santa Sofía en una mezquita en el siglo XV. Los mosaicos que se conservan hoy en día son los pocos sobrevivientes de esa época.
Deesis, Ca. 1261
Santa Sofía y sus mosaicos, una historia milenaria
La actual mezquita de Santa Sofía es uno de los edificios históricos que mejor ha resistido a los abruptos cambios políticos, religiosos y sociales de su región. Contar su historia es contar la historia de Constantinopla porque sufrió cambios a la par que la ciudad.
Santa Sofía nació como iglesia cristiana por orden de Justiniano, el emperador del Imperio bizantino, en el año 532. El nombre de este edificio no deriva de ninguna santa, como podríamos pensar, en realidad es una forma breve de nombrar la “Iglesia de la Santa Sabiduría de Dios”.
Su construcción fue un logró artístico y técnico de primer orden, prácticamente un milagro arquitectónico para la época y durante siglos fue el recinto más grande de la cristiandad.
Al inicio el interior estaba decorado con mosaicos no figurativos, es decir, no representaban escenas ni personajes bíblicos, mas bien eran decoraciones florales y figuras muy sencillas. Esto por dos razones: primero, por la premura del tiempo (la Iglesia fue construida en tan sólo cinco años), segundo, porque durante el siglo VIII y parte del IX las figuras religiosas estuvieron prohibidas y la iconoclasia estaba a la orden del día.
Los mosaicos figurativos fueron añadidos después del “Triunfo de la Ortodoxia”, cuando se volvieron a permitir las imágenes religiosas en el siglo IX. Millones de teselas de oro y otros metales preciosos fueron colocadas en las paredes, techo y cúpulas para crear imágenes de Cristo, la Virgen, los ángeles, profetas y otros personajes bíblicos.
León VI postrado ante Cristo, siglo IX
Los bizantinos usaron el mosaico dorado como principal recurso para crear arte religioso porque el brillo y el color dorado les remitía a la presencia divina, como ha ocurrido en otras culturas y religiones. El hecho de que todo el interior estuviera recubierto de mosaicos hechos con oro y que, además, la luz del exterior entrara estratégicamente por las ventanas que llevaban paneles de cristal, hacía que todo brillara con una intensidad impresionante.
A pesar de su esplendor, en 1573 el ejército del Imperio otomano conquistó Constantinopla. Santa Sofía fue transformada en una mezquita y los mosaicos desaparecieron: muchas piezas fueron destruidas y el resto se recubrieron con cemento paste.
Este no fue el único cambio que sufrió el edificio: se añadieron robustos contrafuertes y los cuatro minaretes que sirven para hacer el llamado a la oración. Se colgaron cuatro enormes escudos con versículos del Corán en los pilares que flanquean el ábside y la entrada. También se agregó el minbar (el lugar donde el imán se sube para dar sermones) y el mihrab (el nicho que indica la dirección de la oración).
Vista de medallones, minbar y mihrab
A mediados del siglo XIX el Imperio otomano se derrumbó definitivamente y en 1923 se fundó la República de Turquía. En 1932 comenzaron trabajos para restaurar Santa Sofía y se descubrió que, detrás del cemento, aún quedaban algunos mosaicos de época bizantina.
Comenzaron la limpieza de estas obras. Fue impresionante poder redescubrir unas piezas tan antiguas que habían sobrevivido. Por eso, en 1935 el presidente de Turquía de ese momento, Atatürk, decidió convertir la mezquita de Santa Sofía en un museo; no sólo por los mosaicos, también porque el edificio en sí mismo es una obra maestra de la ingeniería y la arquitectura con una gran importancia histórica.
Mientras funcionó como museo, los mosaicos cristianos y la iconografía islámica se conservaron juntos en el mismo lugar, al final de cuentas ambos Imperios y religiones formaban parte de la historia de Santa Sofía.
Theotokos con el Niño, 867, mosaico en el ábside de Santa Sofía
Como ya hemos mencionado, llegamos al 2020 y el presidente Erdogan restableció Santa Sofía como mezquita. Algunos vieron esto como una acción contra el legado multicultural y multireligioso del edificio, otros se alegraron de que el islam, que es la religión mayoritaria en Turquía, tuviera de nuevo un recinto tan importante para sus oraciones. Pero, ¿qué pasó con los mosaicos? Aquí también el vaso puede estar medio lleno o medio vacío dependiendo de la percepción: por fortuna los mosaicos fueron conservados y no han sufrido cambios, sin embargo, fueron cubiertos por unas telas gigantescas que los hace inaccesibles para ser contemplados como se hacía en sus tiempos como museo.
Vista actual de los mosaicos cubiertos por telas
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Bibliografía:
Asimov, I. (2019). Constantinopla. Madrid: Alianza Editorial
Beckwith, J. (2010). Arte paleocristiano y bizantino. Madrid: Cátedra
Hernández de la Fuente, D. (2014). Breve historia de Bizancio. Madrid: Alianza Editorial
Krautheimer, R. (2011). Arquitectura paleocristiana y bizantina. Madrid: Cátedra
Mango, C. (1989). Arquitectura Bizantina. Madrid: Aguilar
Yerasimos, S. (2007). CONSTANTINOPLA: La herencia histórica de Estambul. China: Ullmann & Könemann
Aksit, Ilhan. (2022). The history and Architecture of the HAGIA SOPHIA. Istanbul, Secil Ofset Matbaaclik LTD
Autora
Sara Padilla. Licenciada en Historia por la Universidad Autónoma de Aguascalientes y escritora con estudios en Escritura Creativa y Crítica Literaria por la Universidad Nacional Autónoma de México.