¿Cómo se relacionan Isabel I de Inglaterra y Eneas de Troya?

historia antigua historia moderna inglaterra personajes pintura roma Jan 08, 2024
Isabel I de Inglaterra
La vida de estos personajes tuvo un gran parecido: ambos antepusieron el deber a su propia felicidad. Te contamos cómo...

 

Tras la derrota en la Guerra de Troya, el príncipe Eneas guió a un grupo de supervivientes en búsqueda de un nuevo hogar —cuenta Virgilio en el poema épico la Eneida —, zarparon en sus barcos y navegaron por el mar Mediterráneo.

En Creta, donde pensaba asentarse, Eneas tuvo una visión: “vio en sueños, iluminadas por la clara luz de la luna que penetraba por sus ventanas, las sagradas efigies de los dioses […] y le pareció que le hablaban […] levantaremos hasta las estrellas a tus futuros descendientes y daremos a su ciudad el señorío del mundo. A tan gran pueblo prepárale tú una gran ciudad, y no desmayes en las dilatadas fatigas del destierro'” . Los dioses le indicaron partir hacia Hesperia donde sus descendientes fundarían la ciudad de Roma.

En el camino, Eneas y los troyanos se enfrentaron a una terrible tempestad que les hizo perder el rumbo — “horribles tinieblas cubren las olas, y al punto los vientos revuelven la mar y se levantan enormes oleadas” —. Luego de varias peripecias, la marea los empujó hacia Cartago, donde desembarcaron y fueron bien recibidos por la hermosa reina Dido, quien los trató con generosidad y organizó un fastuoso banquete en el que Eneas relató la desgracia de Troya y su larga huida. 

 

Eneas describe una Dido la caída de Troya , PN Guérin, 1815.

 

Entre la reina y el príncipe surgió un apasionado amor, lo vivieron intensamente con tanta felicidad, al punto que Eneas olvidó las instrucciones dadas por los dioses de llegar a Hesperia. No obstante, su dicha fue interrumpida cuando Júpiter (Zeus), el rey de los dioses, envió a su mensajero Mercurio (Hermes) para que le recordara al príncipe su destino.

Eneas, al darse cuenta de su error, decidió abandonar Cartago bajo el cobijo de la oscuridad de la noche, y renunció a Dido sin comunicárselo, anteponiendo su deber, antes que su propia felicidad.

Cuando Dido despertó se dio cuenta de la fatídica desaparición, corrió a la costa y sólo pudo observar cómo los barcos se alejaban en el horizonte. Maldijo a su amante y su destino. Sintió tal desconsuelo que pensó que la vida ya no tendría sentido, por lo que decidió quitársela.

En la decisión de Eneas encontramos el paralelismo con la reina Isabel I (1533-1603), tanto ella, como él, tenían claro el sentido del deber de forma heroica más allá de sus conveniencias personales. Isabel había decidido permanecer soltera por el bien de Inglaterra, razón por la que fue llamada la “reina virgen”.

 Isabel I con tamiz , Quentín Metsys el Joven, 1583.

 

Esta relación entre Isabel I y la historia de Dido y Eneas se atestigua en la pintura Isabel I con tamiz del artista de la corte, el flamenco Quentin Metsys el Joven

En esta pintura, la reina aprovecha el arte para expresar su poder y sus prioridades, también muestra su personalidad e intereses por medio de diversos elementos. Luce un espléndido vestido negro adornado con fino encaje blanco; tanto el color negro como el blanco significan la plenitud de la vida, la pureza y la constancia. También adorna su atuendo un elegante collar de perlas negras; el collar como representación de la unidad que se compone de un gran número de individualidades y la perla como símbolo lunar y femenino, aunque también representa la sublimación de las fuerzas instintivas y la superación de la materia. Tras ella, se aprecia una columna a la izquierda en donde está relatada, precisamente, la historia de Dido y Eneas que ya mencionamos. 

 

 Detalle. A la izquierda, columna con escenas de la historia de Dido y Eneas; a la derecha, varios cortesanos, uno de los cuales era, probablemente, el favorito de la reina.

 

Desde que subió al trono, Isabel I eludió con astucia la presión de contraer matrimonio; fueron pasando los años, ella daba largas, siempre evasiva. Invariablemente tenía una excusa para posponer las propuestas o rechazar a sus pretendientes. Ella supo utilizar los acuerdos matrimoniales para sacar alguna ventaja para Inglaterra, y en cuanto notaba que ya no era necesario, rompía el compromiso.

El título del cuadro refiere al tamiz que ella sostiene con su mano izquierda —símbolo de castidad—, asociándola con la virgen vestal Tuccia de la mitología romana, quien demostraba su castidad llevando agua del rio Tíber a su templo milagrosamente solo con un tamiz, lo que claramente hace referencia a la virginidad de Isabel. El tamiz también fue utilizado como emblema de sabiduría y discernimiento, propios de Isabel.

 

 Detalle. Isabel sujetando el tamiz.

 

El mensaje más claro que la reina mandó en esta obra fue precisamente que ella, como Eneas, antepuso el deber de mantener un reinado seguro sobre cualquier interés personal, incluso sacrificando el formar una familia. La reina trabajó exclusivamente por el bien de Inglaterra, siendo el reino su único amor y fin.

En su época se escribió una balada popular en la que el compositor presentó a la reina como una doncella enamorada: Bessie (Isabelilla), cuyo novio es llamado England, es decir, Inglaterra. Bessie canta en la balada: “Te concedo mi mano, amado mío, mi pueblo inglés”.

Isabel I gobernó 45 años en solitario, de 1558 hasta su muerte en 1603. Su reinado fue una época de gran esplendor que cimentó las bases del Imperio Británico. Probablemente otra hubiera sido la historia de Europa si ella hubiera compartido el trono con algún noble, inglés o extranjero, de intereses diferentes.

 


 

Obras mencionadas:

  • Eneas describe a Dido la caída de Troya, P. N. Guérin, 1815, óleo sobre lienzo, 292 x 390 cm, Museo del Louvre, París.
  • Isabel I con tamiz , Quentín Metsys el Joven, 1583, óleo sobre tabla, Pinacoteca Nacional de Siena.

 

Bibliografía:

  • Varios (1967). Isabel I. México: Editora cultural y educativa.
  • Fuerte, R. (1999). El espíritu de Gran Bretaña. Una historia narrativa de las artes . Singapur: primer Fromm International.   

 


 

Autora:

Magda López. Licenciada en Ciencias del Arte y Gestión Cultural por la Universidad Autónoma de Aguascalientes, Maestra en Humanismo por la Universidad Panamericana Campus Bonaterra y ha cursado diversos diplomados en historia y arte.

 

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