El arte del libro en el Imperio Otomano

artes aplicadas imperio otomano Sep 04, 2023
El arte del libro en el Imperio Otomano
La contemplación, práctica a la que los otomanos estaban acostumbrados, les dio la posibilidad de realizar un arte en el que se captaba la esencia de las cosas por encima de las apariencias físicas, del arte figurativo, un arte más allá del realismo.

 

El arte del libro otomano, posee características diferentes a las del arte occidental, puede parecer a primera vista plano, falto de expresión, incluso primario. Sin embargo, al observar en detalle y teniendo en cuenta el contexto —el artista no debía atreverse imitar la creación de Dios—, se advierte que en realidad el manuscrito ilustrado e iluminado es también portador de un arte expresivo, bello, profundo, incluso místico que logra llevar al espectador a experimentar vivencias y experiencias estéticas capaces de engrandecer su espíritu, cualidad intrínseca del arte a lo largo de los tiempos, tanto en Oriente como en Occidente.

 Corán, Siglo XVI, colección privada.

 

Los manuscritos son los productos literarios mejor conocidos del Imperio otomano, provienen principalmente de los talleres imperiales, creados en el siglo XV por Mehmet el Conquistador, quien tenía un inusitado interés por las artes, iniciando así una gran producción.

Estos libros abarcan temas religiosos, literarios, científicos y, de manera especial, el tema histórico —aportación otomana que incluye biografías y narraciones de hechos históricos, pasados y contemporáneos tales como festejos de circuncisión y bodas, conmemoraciones de batallas y campañas del sultán-–, y añadiendo a estos el cartográfico y los portulanos en los que destacaron de manera especial.

Adentrándose el siglo XVI, bajo el sultanato de Suleimán el Magnífico, los talleres imperiales se institucionalizaron (Nakkashane) y comenzó así una era de gran esplendor en el arte del libro, periodo conocido como “época clásica” misma que llegó a su culmen con el sultán Murat III.

 Corán, Siglo XII, Museo Metropolitano de Nueva York.

 

La producción de manuscritos es considerada una obra de arte total. Cada etapa era sumamente importante y era realizada por expertos artistas. La primera etapa era la caligrafía, su expresión artística por excelencia, de tradición musulmana, y que los otomanos mantuvieron en gran apogeo durante cinco siglos. Llevada al territorio del arte, permite al observador el disfrute y aprecio de este singular y enigmático aspecto que desemboca, invariablemente, en bellas expresiones impregnadas de respeto, amor y profunda fe.

La iluminación, la segunda etapa, es básicamente un arte decorativo no figurativo pintado o dibujado sobre folios. Los grandes maestros del Nakkashane crearon diseños extraordinarios, que fueron plasmados estéticamente en las hojas para ornamentar su bella caligrafía. En varias ocasiones estas iluminaciones eran tan primordiales que ocupaban la mayor parte del folio. La belleza, como valor fundamental, era pensada, ideada, buscada y bien lograda de manera espléndida en esas exquisitas ornamentaciones, cuyas dotes esenciales son la simetría y armonía.

 

Corán, siglo XII. Museo Metropolitano de Nueva York.

 

Las ilustraciones, también conocidas como “miniaturas”, constituyen la tercera etapa, son representaciones pintadas con el propósito de expresar en el manuscrito una narración. La ilustración figura como apoyo para la mejor comprensión del texto, de igual manera, para hacer más agradable la experiencia al lector ya que, relacionar el texto con una imagen hace más efectiva la retención.

Las miniaturas ocupan un lugar privilegiado dado su valor documental, ya que éstas, en los ejemplares realizados sobre tema histórico, corresponden de manera cercana a los hechos ocurridos en la realidad.

 

 

Suleiman en marcha con su ejército, Süleymanname, s. XVI.

 

Y por último, están las encuadernaciones, que fungen como estuche precioso para los manuscritos. Sus motivos son generalmente sobrios, adornados con medallones centrales generalmente en oro sobre cuero negro o rojo y en ocasiones adornados con piedras preciosas.

 

Encuadernación con turquesas de un Corán, siglo XVI.

 

En buena medida, el éxito del arte del libro se debe a los grandes estadistas que amaron y apoyaron el arte como parte fundamental de la grandeza imperial y proporcionaron espacios y oportunidades siempre renovados para sus artistas. 

Por medio de estos manuscritos es posible viajar en el tiempo y observar la vida social, administrativa y militar del Imperio Otomano con su despliegue de magnificencia, así mismo, conocer la grandeza de sus sultanes.

 

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Bibliografía:

  • Atil, E. (1986). Süleymanname. Italia: Ediciones de la National Gallery of Art de Washington.
  • Yerasimos, S. (2007). Constantinopla, La herencia histórica de Estambul. China: Ed. Willmann & Könemann.
  • Rogers, J.M. (1986). Manuscripts. Estados Unidos: New York Graphic Society books.

 


 

Autora:

Magda López. Licenciada en Ciencias del Arte y Gestión Cultural por la Universidad Autónoma de Aguascalientes, Maestra en Humanismo por la Universidad Panamericana Campus Bonaterra y ha cursado diversos diplomados en historia y arte.

 

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